domingo, 22 de enero de 2017

SOBRE RAROS SENTIMIENTOS QUE POCOS COMPRENDEN



Capítulo I

Fue una mañana de octubre. Entré con miedo, los nervios me traicionaban una vez mas. Y te vi sentada, sola y con el móvil. Llegaba tarde. No tienes por que estar nervioso, pensé, pero era imposible dominar lo que mi cuerpo hacía.
Te pregunté y me senté a tu lado. Ibas elegante y yo con pantalones rotos. Dioss que vergüenza pensé. Mas tarde descubriría que la elegancia es algo innato en ti. Tu también me pareciste nerviosa, pero dudaba si no era tu arrolladora personalidad la que me confundía. Pedí un te y me volví a sentar a tu lado iniciando la que sería nuestra primera conversación. Absolutamente intrascendente y profesional.
Poco a poco llegó el resto de personas y vi que eras tu la que llevaba la voz cantante. Presentaciones  y continuación de la conversación, esta vez entrando mas en materia. Me mirabas fijamente a los ojos mientras hablaba y yo a ti, aunque intentaba distribuir las miradas de una forma que no “cantase”, pero era casi imposible. Después de un tiempo, que se me hizo muy corto, cada uno de los asistentes volvimos a nuestra vida después de haber intercambiado teléfonos, aunque yo ya los tenía, y quedando en preparar la siguiente reunión. Me impresionaste gratamente. Muy gratamente.
Ese fue el principio de una historia de amor, en la que ninguno de los dos imaginamos lo que iba a ocurrir.
No comprendía  como podias estar tanto tiempo en el whatsapp hablando conmigo. La curiosidad y algo más que los dos nos negábamos, nos mantenía enganchados a la red. Queríamos saber.
Despues fueron los correos, canciones, relatos y la curiosidad iba creciendo exponencialmente por parte de os dos.
Estoy perdiendo la cabeza, pensaba.
Una comida de trabajo, un restaurante de carretera y un cambio de posición en la mesa nos acercaron hacia un punto sin retorno. Los dos tuvimos la sensación de lo que estaba en el ambiente, pero ninguno quisimos avanzar entonces. Los besos de despedida cada vez aproximaban más nuestros labios en un gesto que quería ser inocente pero que a nadie engañaba. Y a nosotros menos.
Chipre supuso un avance significativo. Tus piernas se colaron entre las mías bajo la mesa, ya que las manos no podían hacerlo. Era como un juego de niños con las mejillas arreboladas por hacer algo prohibido. En esa despedida, nuestros labios se rozaron buscando el contacto. Y saltaron chispas entre nuestros ojos. Chispas con mensajes encriptados pero que los dos sabíamos descifrar.
Se que entonces ya te amaba.
Días mas tarde programamos nueva reunión. ¿Te parece bien que comamos en mi casa? Te propuse. Y aceptaste. Y una alegría desconocida me invadió.       
Pensé ¿Y que hago para no quedar como un patán? En mi escaso saber culinario busqué cocinar platos con un mínimo de garantías de no fastidiarla. Preparé la mesa, las velas, un vino decente y emulando a Cesar me dije “Alea jacta es”. Llegaste nerviosa como yo. Te enseñe mi casa. La conversación era fluida y nerviosa mientras yo terminaba de preparar la comida.  Y tu, agradecida como pocas personas,  ensalzaste los platos haciendo que yo respirase un poco más tranquilo. Y llegó el postre, y al servirlo me acerqué a ti. Te levantaste y nuestros labios se buscaron en un arrebato de deseo. Fue como besar al mar. Tu lengua jugaba con la mía y nuestras manos acariciaban por encima de la ropa……
Tu regreso fue amenizado con un sinfín de preguntas que no tenían respuesta todavía. Pero ya sabías que lo que fue, no era lo que pareció. Y te inquietaba. Y te desestabilizaba.
Fue el principio del “todo”, el comienzo de nuestra historia que, contra viento, marea y actores no invitados, nos ha ido llevando a surcar  mares, luchando contra los elementos. “Que no contaminen nuestro mundo” dijimos muchas veces, a sabiendas de que era imposible.
Y lo que pensamos no fue. Y lo que es, se nos queda corto. Y queremos más cada día. Porque nunca sacia lo que es único y raro. Nunca sacia el amor cuando es auténtico.

Continuará…..
Clochard

No hay comentarios:

Publicar un comentario